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Cuando se inicia el vuelo, lo
físico se atribuye, la velocidad se jacta, pero, con el tiempo, el impulso se
desvanece… por el peso de las alas…
Es necesario parar… reflexionar y
meditar.
Cuando regresamos es, nuestro camino, el que se impone; el espíritu renacido fluye, dúctilmente, aplicando su fuerza, constancia y templanza.
La Luz, invariablemente, brilla con
más ímpetu cuando regresó que cuando partió. Y en su peregrinar, eternamente,
retornará... como las olas del mar: ¡más bella y lozana; más misteriosa; más
cómplice… más hermana!
Santi
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